Es innegable, que la cultura se sustenta sobre un abanico de disciplinas que abarcan las más variadas actividades. Cuando envejecen, se convierten en patrimonio que a día de hoy solemos clasificar del modo más genérico como costumbres.
Algunas de ellas han hallado cauces por los que transitar hasta nuestros días prácticamente inalteradas, sin embargo otras han mutado en forma y fondo en mayor o menor grado y por ello, en multitud de ocasiones nos encontramos en serias dificultades para clasificarlas, estudiarlas, y por fin; mantenerlas.
Pero es difícil cuestionarse la fuente de la que emana este grandioso complejo de ideas y actividades desde la raíz a sus ramificaciones e interpretaciones más recientes. La voluntad de un grupo humano de mejorar, entretenerse o premiar una conducta considerada distintiva por honorable o de extremada dificultad en su ejecución.
Dentro de estos parámetros podemos acomodar sin problemas lo que hoy denominamos “Deporte”.
En efecto, es una disciplina que puede parecer alejada de aquellas más académicas o conceptuales; pero en el fondo, sus raíces se alojan en lo más profundo de la historia y sus ramas nos son hoy tan visibles como lo fueron en su día para distintos grupos humanos, con las archiconocidas mutaciones mediáticas; por otra parte inevitables.
Las luchas de gladiadores, el tiro con arco butanés, el polo afgano, las carreras de trineos de las tribus Balto-Fínicas; son modalidades con poco que ver entre sí, ya sea por su devenir histórico y los cambios acaecidos en su propia génesis o bien porque la naturaleza de la actividad en sí tiende a decidirse merced a la idiosincrasia del grupo que los practica. Delimitada esta a su vez por cuestiones geográficas, sociales, económicas y otras de diversa índole.
Lo que sin embargo no es cuestionable es que todos ellos comparten una razón de ser que puede encontrarse decididamente entrelazada a una necesidad muy humana, definirse como persona ante un grupo social, por lo que se refiere al practicante y la necesidad del grupo de sentirse respaldado por este tipo de individuos sobresalientes. Se trata, por ende, de una actividad social basada en el reciproco reconocimiento, al igual que aquellas que tienen lugar entre profesionales del arte la medicina, la arquitectura, etc.
El deporte es definitivamente, parte de nuestro acerbo cultural y al añejar; también parte de nuestro patrimonio.
No concibo que nadie que intente reconocer, estudiar y publicar sobre nuestra sociedad aquí y ahora, en un hipotético futuro; vaya a pasar por alto lo que hoy tiene lugar en los estadios, pistas, pabellones o piscinas del mundo entero. Deberá sin duda establecer las acotaciones pertinentes, no cabe duda, pero tras ello será capaz de reconocer una actividad que tanto gentes del pasado como hoy nosotros definimos poco menos que “ de vital importancia”.